CRÓNICA DE UN SEPELIO QUE PARTIÓ LA HISTORIA
ESPIRITUAL DE ROLDANILLO.
Emociones, sentimientos,
pensamientos en el cubrimiento periodístico de un evento lamentable en la vida
de un pueblo que se precia de ser creyente y respetuoso de Dios. Así viví los
momentos de velación, y sepelio de dos sacerdotes asesinados en Roldanillo: Bernardo
Echeverry y Héctor Fabio Cabrera. Una historia que no podré olvidar.
Por Luis Gerardo Castro
Castañeda.
Sigo en Shock, me voy permitir hablar en primera persona; pues no voy a contar una noticia. Voy a
contarles que sentí, qué pensé, que pude percibir desde las escalas del altar del templo de San Sebastián, en la sacristía y en la
casa cural, donde fui testigo de uno de
los hechos más dolorosos de la historia contemporánea de Roldanillo: La Muerte
de dos sacerdotes queridos y admirados y respetados por todos: Bernardo
Echeverry y Héctor Fabio Cabrera.
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Los datos noticiosos como tal, ya los he relatado en otros lugares
y medios. Ahora me concentro en un acto
de memoria sensitiva de unos de los
peores días que hemos vivido en Roldanillo.
Si mis abuelos vivieran; se habrían
muerto estos días, pues ocurrió algo que
era impensable me en sus años.
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Vi llorar a jóvenes, viejos,
doctores, políticos y al señor que cuida
motos en la calle de la iglesia, las señoras que atienden cafeterías, al
alcalde y a concejales. Ese llanto unió
a Roldanillo por tres días de intenso dolor.
Más que tomar fotografías en
mi Canon. Tomé fotos en mi mente y en mi
corazón, cuando vi en la calle la gente pensativa, cabizbaja. Cuando sentí el
silencio extraordinario en las calles centrales de la ciudad.
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Mis ojos vieron por primera vez banderas moradas de papelillo
en las ventanas y puertas de las casas del municipio. Yo estaba
acostumbrado a las banderas tricolores.
Sentí el miedo de las viejitas que rezaban el rosario, pidiéndole a Dios y la
Virgen que no castigue el pueblo.
Escuche a unos viejos de la
ciudad, haciendo conjeturas sobre lo que le puede pasar a un pueblo donde han
matado ya a tres sacerdotes en menos de
10 años.
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Vi a varios obispos llorar; a muchos sacerdotes con lágrimas en los ojos.
Sentí a las autoridades muy preocupadas
porque no han capturado a los culpables y no han mostrado resultados positivos.
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Recuerdo que yo estaba, desde el 25 de septiembre del 2013, totalmente
incomunicado, pues una fuerte gripa me tenía postrado en la cama. Pero el
día 27
que fue el peor día de mi gripa, no podía dormir tranquilo, la
congestión no me dejo. Por eso escuche
mas o menos a las 12:00 de la madrugada, algo que se salía de lo común: Escuche doblar
las campañas de la iglesia. Pensé que era algo de la fiebre que tenía y trate de conciliar el sueño, pero no fue así.
Llegó el sábado 28 de
septiembre de 2013, me levanté muy
mariado por la gripa que estaba en su nivel más alto. Encendí el celular y
encontré un mensaje de Carlos Días, un colega de Caracol Sevilla, que me dice
que estaba conmocionado por lo que había pasado en Roldanillo.
¿Qué paso? Le pregunté y me
respondió: mataron la los padres de Roldanillo, al padre Echeverry y a Cabrera.
Eso me dejo en schock, no lo podía creer y el malestar de la gripa se me fue
para” la porra”
Encontré mensajes de mis
compañeros y jefes de El País y Qhubo donde me dicen que ponga en acción y cubra la noticia. Recuerdo que como pude salí a cubrir la noticia que ya era nacional y que ya todos conocemos.
Allí. Comenzaron mis recuerdos del padre Bernardo
Echeverry, con el cual había hablado en una banca del parque, frente a la
alcaldía unos días antes, mientras se
lustraba sus zapatos, me contó que iba muy bien lo de la construcción de la
capilla de la Medalla Milagrosa, su ultimo
proyecto. Luego me contó que le preocupaba la situación de violencia que estaba
viviendo el pueblo. Él siempre era muy visible en el parque, le gustaba hablar
con la gente en lugares públicos.
Mi pareja no es de Roldanillo,
es de Medellín, pero Angela, ha llorado mucho desde que se dio cuenta de todo
lo que ha pasado en los últimos días de septiembre de 2013. Un septiembre negro
para Roldanillo.
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El sábado, esperamos desde
las 8:00 a.m para que los restos mortales, llegaran al templo para poderles rendirles el último homenaje, y desde esa hora, el parque
ya estaba lleno de personas esperando que las puertas de la iglesia se abrieran.
A las 9:00 de la noche los restos
mortales ingresaron al templo donde habían casado, bautizado, confesado, y compartido el evangelio
a miles de personas en el tiempo de sus
vidas; casi que no los entregan en las funerarias.
Allí, cuando la gente vio a
sus padres en los ataules gritaron: ¡justicia!. Y el llanto fue generalizado en todo el templo y en
el parque.
Yo estaba como un autómata:
La gripa, ya me había dejado un poco; pero la emoción del evento y las trágicas
circunstancias no me dejaban pensar con claridad. Solo estaba mirando a la
gente: Sus rostros llenos de tristeza, mejillas mojadas por las lágrimas.
Había cámaras de televisión por todo lado. Como siempre, y
esta mal que lo diga yo, pero solo las noticias de muerte, convocan a las medios naciones. El Sábado 27 desde el
parque de Roldanillo se hacían notas en directo para todos los noticieros de
Colombia.
¿Qué pensar, qué sentir? No, mejor no sentir, no pensar. Solo entrevistar, informar,
fotografiar. Preferí eso para no caer en las lágrimas de la mayoría de los Roldanillienses.
Llegó el director de la policía,
el general Palomino, lo entrevisté. Le pregunto por las investigaciones y
resultados en al captura de los criminales.
Él dice que aun no hay nada, que
se esta trabajando en eso.
¿Qué pensaran los que cometieron
esos crímenes? ¿Qué sentirían sus
padres, sus familiares?
Sigue llagando gente. Medios
de toda parte. El silencio reina el en el pueblo.
El domingo 29, cada hora había
una misa, pero las campanas no sonaban,
ellas doblaban, lloraban por la gran pérdida.
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Entrevisto al Obispo de Cartago Monseñor José Alejandro Castaño. En sus ojos se veía
la tristeza y el rastro de muchas lágrimas que habían salido de su corazón por
la perdida de dos de sus hijos los
sacerdotes Echeverry y Cabrera, en especial éste último pues fue de los primeros
sacerdotes que ordenó en su diócesis.
Sentí que hizo un gran esfuerzo para no llorar durante la entrevista.
Sentí el dolor de un padre, de un pastor: Terrible. El silencio es total en la sacristía, en la casa cural, en el centro, en todo el pueblo.
La gente madrugó a comprar
el periódico o los periódicos para enterarse de lo que estaba pasando.
En internet, fotos, cometarios,
mas dolor.
Llega el lunes y amanece lloviendo. Parecía que lloraba
también el cielo. Salgo presuroso al templo. Son las 9:00 de la mañana. Me han llamado del periódico El País y el
diario Qhubo, para instruirme del perfil de nota que querían.
He llagado al templo, pero
no hay como ingresar, Todo esta repleto de gente, y el ceremoniero el padre Albeiro, indica como esta todo dispuesto
donde vamos a estar los periodistas, autoridades etc. El parque esta lleno. El
silencio es el protagonista, parece un viernes santo.
El color que se ve es el negro de luto y el morado de
las vestiduras de los sacerdotes que llegan concelebrar la misa con 10 obispos de Colombia que
llegaron a despedir a sus compañeros. Hay más de 200 padres y religiosas.
El silencio es notorio, solo se escuchan las
palabras del ceremoniero.
Llegan las 10: 00 de la mañana
e inicia la misa exequial. De nuevo, veo a los familiares delos sacerdotes asesinados.
Sus rostros rebelan el dolor tan grande
que han sentido en tres días de duelo. No me atrevo a acercarme a ellos. Solo
los miro desde lejos, en sus bancas
ellos lloran desconsoladamente.
La ceremonia continua, pero
el tiempo parece detenerse. El coro de la parroquia canta con el alma, pero en
sus voces se siente el dolor de la despedida de sus padres amigos y confesores.
Ver llorar a un sacerdote es
raro. A un obispo, lo es más. Yo los vi, y como cosa extraña, yo no pude
llorar, seguía en schock. Creo que por eso estoy escribiendo esta crónica, como un
acto de exorcizar mi espíritu de
Roldanillense, más que de periodista. Es mi manera de desahogarme. Le he mostrado
a “Nana” las fotos que tomé en la ceremonia y ella comenzó a llorar nuevamente.
Ya son las 11:37 de la noche del 30 de
septiembre. Trato de traer a mi memoria lo vivido; pero el malestar de la gripa
ha regresado y opaca mi memoria sensitiva.
Ya he mandado los artículos
al País, y a Qhubo, no sé que van sacar,
pues también hay que informar sobre lo que sucedió en Cartago y en Zarzal, municipios donde enterraron a
los padres Echeverry y Cabrera.
En Colombia (que yo sepa) no
hay otro pueblo donde hayan asesinado a
tres sacerdotes en menos de 10 años. Roldanillo, pasa a este triste registro y
record.
¿Qué va a pasar con el
pueblo? Preguntan muchos en la calle.
Hablado con el obispo
Castaño en la entrevista, me dijo: “Este es un país enfermo moralmente”. Tomando
las palabras del papa Juan Pablo II. En otra parte dice: “Colombia perdió su
norte…”
Y eso es una gran verdad.
Nuestros jóvenes han crecido en la
cultura de la violencia. Donde la Vida no vale nada. Donde no hay nada sagrado.
Donde Dios, parece ser un vago recuerdo de los rezos de nuestros abuelos.
Cuando veo partir los dos
carros de las funerarias con los restos mortales de los padres. Veo miles de personas que lloran, que gritan ¡Justicia!.
Veo el dolor de un pueblo que esta cansado de tanta violencia.
Se me escapan muchos
detalles. Muchas sensaciones, Las emociones son muy grandes. Saludo a varios
padres amigos, otros obispos que me honran con su amistad.
Hablé en el recorrido del
templo a mi apartamento con tres
personas. Ellos me dicen:” Hemos tocado fondo”
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Momentos de dolor vivió Roldanillo, al enterrar dos de sus sacerdotes brutalmente asesinados el 27 de septiembre de 2013. Fotos Luis Gerardo Castro C. |
Pero yo creo que aun no. El
fondo aun no lo hemos tocado. Lastimosamente, nuestra naturaleza humana y de la
cultura de la violencia, nos hará olvidar este deplorable hecho en pocos días.
Hasta que ocurra algo peor.
Dios, ayúdanos a regresar a
tu camino.